Rojas en el recuerdo
Cuando viajábamos en tren a Buenos Aires

El Federico

La fotografía que ilustra este trabajo pertenecen al Museo Ferroviario de Juan Santana, a quien agradecemos su colaboración.

El 15 de marzo de 1909 se inauguró la estación del Ferrocarril Central de Buenos Aires en nuestra ciudad, y el funcionamiento de los trenes con locomotora de vapor que hacían dos viajes a Buenos Aires y dos de regreso por día, con capacidad para 200 pasajeros. En uno de los vagones funcionaba un bar y restaurante.

El tiempo programado del viaje estaba determinado en seis horas y era la manera más rápida de llegar a Buenos Aires en una época que no había caminos pavimentados, ni ómnibus y sólo tres o cuatro automóviles.

Por el Ferrocarril Central Argentino se tardaba de ocho a diez horas. “El Federico” cumplió aquel programa de horarios mientras el material ferroviario estuvo en condiciones. A partir de 1940, el envejecimiento de las vías y trenes, la falta de mantenimiento y renovación, produjo una declinación en el servicio.

No obstante esos inconvenientes, durante más de cincuenta años fue el medio de comunicación más eficiente para viajar, mandar encomiendas, sacas de correspondencia o cargas (cereales, aves y ganado) hacia Buenos Aires y las numerosas estaciones intermedias entre las cuales estaban Salto, San Andrés de Giles, Heavy, Carmen de Areco, Torres, Pilar, Empalme, etc. y hacia el noroeste: 4 de Noviembre, La Beba, Sarasa y 3 de Febrero en la provincia de Santa Fe.

La partida y llegada de los trenes de pasajeros convocaba a numerosas personas en la estación para despedir o recibir parientes y amigos, en un ambiente de verdadero entusiasmo que por momentos llegaba a ser algarabía. Las jóvenes solían concurrir como un paseo para saludar a los que se iban o volvían y –de paso- “echarle el ojo” a algún forastero más o menos buen mozo.

En los primeros tiempos se concentraban en la playa aledaña las volantas para el transporte de los pasajeros hasta sus domicilios. A partir de 1920 lo hicieron los coches de plaza vulgarmente denominados “mateos” que poco a poco fueron desplazados por los automotores.

Los nombres oficiales y el apodo de “El Federico”

En su lejano inicio, en 1888, el nombre oficial fue Tramway Rural y después, en 1897, Ferrocarril Rural de la Provincia de Buenos Aires.

En el año 1906 pasó a denominarse Ferrocarril Central de Buenos Aires, nombre con el que llegó a Rojas.

Luego, al ser nacionalizado (año 1949), adoptó el de Ferrocarril General Urquiza. La estación terminal de Buenos Aires ubicada en el barrio de Chacarita, pasó a denominarse Federico Lacroze en homenaje al entusiasta empresario que lo había creado.

Pero el pueblo de Rojas se había adelantado en muchos años a ese homenaje, ya que en el lenguaje popular se denominaba afectuosamente a ese tren como “El Federico”.

Un poco de historia

Federico Lacroze fue pionero en la apertura de varias líneas de tranvías tirados por caballos en la ciudad de Buenos Aires y, en 1884, creó un ferrocarril que iba desde Buenos Aires hasta Pilar, empleando el mismo medio de tracción. Ese fue el inicio de nuestra línea.

En 1891 comenzó a utilizar las locomotoras de vapor y extendió paulatinamente sus vías hasta Rojas. Luego se introdujo en la provincia de Santa Fe con intenciones de llegar hasta Villa María en la provincia de Córdoba, cosa que no pudo lograr porque la Primera Guerra Mundial le impidió conseguir el material necesario.

A partir de 1913 se hizo conexión con el Ferrocarril Entre Ríos, cruzando el río en ferri y continuando el viaje hasta Asunción del Paraguay; Salto (Uruguay) y Uruguayana (Brasil).

Nuestra ciudad llegó a ser un importante centro ferroviario de esta línea. Había un centenar de empleados que revistaban como conductores, guardas, personal administrativo, mantenimiento de vías y taller de reparaciones de locomotoras y vagones.

En la esquina de Muñoz y Aspirante Gazo había un local de La Fraternidad donde funcionaba una escuela de conductores bien equipada con material didáctico.

Las pesadas locomotoras de vapor que prestaron servicios durante más de medio siglo tenían que cargar agua cada cincuenta kilómetros y se la calentaba con carbón de piedra.

Durante la segunda guerra mundial se interrumpió la llegada de ese combustible que era traído desde Gran Bretaña y, como no se podía exportar el maíz, el gobierno decidió utilizar las espigas para reemplazarlo. El absurdo de una guerra nos llevó a ese otro absurdo de quemar alimentos...

La nacionalización

En el año 1947 se compraron los ferrocarriles ingleses en un plan de poner todos los servicios públicos en manos de Estado. El presidente Juan Domingo Perón hizo un solemne y multitudinario acto en Tucumán proclamando la independencia económica.

“El Federico” (última empresa sin estatizar) fue adquirido en 1949 cuando estaba de intendente Julio Darío Alessandro, destacada figura de Forja que durante muchos años había predicado las críticas de Scalabrini Ortiz a las abusivas concesiones que se habían hecho a las empresas ferroviarias.

Se puso al frente de una numerosa manifestación que recorrió nuestras calles desde una estación de ferrocarril hasta la otra, haciendo algunos altos para arengar al pueblo. Dueño de potente voz, no utilizó equipo de sonido y puso tanta euforia en sus discursos que terminó disfónico.

La decadencia

El entusiasmo patriótico no fue acompañado a nivel nacional por una pasión por la EFICIENCIA, requisito imprescindible para avanzar con ese material antiguo y gastado. Por el contrario, nacieron abusos de los políticos, directivos y gremialistas y –ante tamaña falta de ejemplos- también los siguieron los empleados. Muy pocos se interesaron en prestar un buen servicio. Cada uno trataba de sacar algo para sí o para su grupo.

Los trabajadores ferroviarios de Rojas no se contaminaron con esos vicios. Prueba de ello es que la estación de nuestra ciudad obtuvo un premio como la mejor de la línea en el año 1982. Pero este esfuerzo aislado no fue suficiente. El ferrocarril siguió en declinación.

La lucha popular

Años atrás, en 1961 durante el gobierno de Arturo Frondizi, se había anunciado que sería levantado el ramal Rojas-4 de Febrero. Ante ello, nuestra población reaccionó formando la “Comisión de Defensa y Reactivación Vías del Ferrocarril Urquiza”, integrada por representantes de clubes, partidos políticos, Cámara de Comercio e Industria, sindicatos, etc., que encabezaba el Dr. Lorenzo Osvaldo Sábato y tenía como secretario ejecutivo a Juan Pedro Aréchaga.

Se hizo una fuerte campaña de reclamos a las autoridades, a tal punto que obtuvo la promesa de que solo se levantaría desde Sarasa en adelante. Además, se reemplazarían las locomotoras de vapor por modernos coches diesel, cosa que se concretó en 1962, con formaciones que llegaron a tener capacidad para cuatrocientos pasajeros.

No obstante este triunfo, el servicio siguió decayendo, las vías del ramal Rojas-4 de Febrero fueron levantadas integralmente y, durante la presidencia de Menem, fue decidida la supresión total del servicio.

El estado de deterioro era tan notable que en el último viaje desde Federico Lacroze a Rojas, el tren no pudo arribar a la estación porque descarriló en el terraplén, cuatro cuadras antes de llegar (año 1993).

Publicado en https://www.historiasderojas.com.ar/

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