Daniel Tobarez, de hacer malabares en los semáforos de Chacabuco a viajar con su circo por toda Latinoamérica


Por Alejandro Casalongue, de la redacción de NOVA
En cada rincón de Chacabuco, alguien lo conoce. Ya sea por sus malabares, su show de robot LED o simplemente por su carisma. Danilo Luis Tobarez, de 27 años, conocido artísticamente como danilero.circo, es mucho más que un artista callejero: representa la pasión, la perseverancia y el espíritu libre.
Su historia comenzó en Chacabuco, donde nació y se crió. Un encuentro casual en un semáforo con un joven malabarista marcó un antes y un después. A partir de ese momento, el circo y el arte urbano se convirtieron en parte esencial de su vida.
Junto a un amigo, y con una mochila cargada de sueños, emprendió una travesía por Latinoamérica que duró cuatro años, sin regresar a su ciudad natal. Durante ese tiempo recorrió Uruguay, Chile, Paraguay, Bolivia y, especialmente, Brasil, donde residió más de tres años y dio sus primeros pasos profesionales en eventos y espectáculos circenses.
Cuando regresó a Chacabuco, lo hizo transformado: más maduro, más formado, pero con la misma pasión por el arte. Comenzó a desarrollar sus propios espectáculos en la ciudad. Lo que en un principio eran simples malabares, pronto se expandió a una propuesta más integral que incluye globoflexia, shows con robot LED, tatuajes temporales y una estética que combina el circo callejero, la performance visual y una fuerte interacción con el público.
Desde hace seis años se dedica de lleno al arte, no solo en Chacabuco, sino también en ciudades vecinas como Junín, Pergamino, Salto y Rojas. Su presencia se volvió habitual en eventos, cumpleaños y festivales.
Para muchos chicos de la zona, él representa el primer contacto con el mundo del circo. Para los adultos, es un ejemplo tangible de que es posible vivir del arte con esfuerzo, creatividad y constancia.
Danilo no solo volvió a su ciudad: lo hizo con un propósito. Hacer reír, sorprender, emocionar. Y demostrar que una historia que comienza en un semáforo puede llegar tan lejos como uno se atreva a soñar.