Chacabuco
En Junio de 1966

Sucedió en Chacabuco: mataron a un linyera, lo prendieron fuego y comieron un asado al lado del cuerpo

Esta es la víctima, Edmundo Ariel Ríos, un linyera de 27 años. Lo mataron de un garrotazo y luego lo quemaron.
Eleuterio Cipriano Calderón, alias “El gordo”. Un salvaje entre rejas.

Un monstruoso crimen conmovió a los vecinos de esta tranquila y progresista ciudad. El jueves pasado, a las 16.30, un grupo de muchachos se encontraban jugando al fútbol en un campito cercano a la estación de cargas del ferrocarril San Martín.

Las incidencias de la lid hicieron que la pelota cayera debajo de uno de los vagones de carga que se encuentran estacionados en el lugar, y uno de los muchachos corrió presuroso a buscarla. Junto a la pelota vio un gran charco de sangre... y claras huellas dejadas en el pasto por un cuerpo que fuera arrastrado.

Las huellas marcaban un sendero en dirección a los silos. El muchacho llamó a sus compañeros y estimulados por la curiosidad, siguieron la senda regada de sangre hasta un viejo silo subterráneo. Allí palidecieron ante un macabro hallazgo: en el fondo del pozo, flotando sobre el agua, se encontraba el cuerpo horriblemente quemado y descuartizado de un hombre.

El silo hace varios años que fue abandonado... Las ratas caminaban sobre el cadáver. Los muchachos, asustados, abandonaron el partido y en barra se dirigieron a la comisaría local para denunciar lo que habían descubierto.

La noticia corrió como reguero de pólvora, En contados minutos, antes de que llegara la policía al lugar, varios centenares de personas habían desfilado “junto al pozo de la muerte”, para ver de cerca a la víctima del bárbaro crimen. Se tejieron todo tipo de conjeturas, pero nadie pudo identificar al muerto.

¡Descuartizado!

Bomberos de la localidad, procedieron a retirar el cuerpo del pozo. Ya en la superficie, la policía comprobó que las quemaduras lo hacían irreconocible... y que le faltaban ambas extremidades del lado derecho. A primera vista, se podía comprobar que, brazo y pierna, habían sido cortados con un filoso cuchillo.

Los asesinos trataron de borrar toda huella que pudiera identificar al muerto. Al igual que los asesinos de Luis Alberto Bayo, de “la mutilada de Santos Lugares” y de Sergio Marcial Nigro, los bárbaros que cometieron este crimen: usaron el fuego para desfigurar el rostro de su víctima y descuartizaron su cuerpo.

Los dos primeros crímenes, siguen rodeados por el misterio... El último fue descubierto y el feroz criminal, Elías Isaac, se encuentra desde hace varios meses encarcelado. En este caso, los criminales usaron el mismo sistema. ¡El ejemplo cunde! Luego de matar a su víctima la quemaron... y seccionaron su cuerpo.

Muerto a Garrotazos

La policía se encontraba ante un caso muy difícil. Había que investigar. El cuerpo fue llevado a la morgue del hospital municipal “Del Carmen” y, a medianoche, luego de practicársele la autopsia, el doctor X Vicente J, Veronelli informó que “la víctima había sido golpeada con un hierro en la cabeza”, y que murió instantáneamente.

El subcomisario Roberto G. Andreasevich, secundado por el oficial principal Omar Cristóbal García, el oficial inspector Oscar Enrique Tejo, el suboficial inspector José Omar González, los sargentos Marcelino Antonio Gabitti y Juan Antonio Costanzi, y el agente Aurelio Ermindo Paz, inició de inmediato la pesquisa.

Volvieron al lugar del crimen y luego de buscar por los alrededores descubrieron en una letrina, la mano y la pierna derechas del asesinado. Las huellas dactilares harían posible la identificación del muerto... Ya la peque estaba encarrilada.

La víctima

No hubo necesidad de esperar la información del gabinete de dactiloscopía de La Plata. La víctima pudo ser identificada esa misma noche. La capacidad y memoria de un oficial local, puso al subcomisario Andreasevich en la pista segura.

La ropa del muerto era conocida. Un sujeto, que vestía un gabán azul, identificó la del muerto, que había estado detenido en esa comisaría la semana pasada. Lo encontraron en estado de ebriedad y fue a curar su borrachera en un calabozo, El detenido, en esa oportunidad, se llamaba Edmundo Ariel Ríos. Vivía en las cercanías de la estación, en los vagones ferroviarios. No se le conocía ocupación. Fue fichado como linyera...

Una rápida indagación, hizo que la sospecha se convirtiera en realidad. El muerto ya tenía nombre. Se llama Edmundo Áriel Ríos, tiene 27 años, es soltero y de nacionalidad argentina. Llegó hace unos meses a la zona y allí se afincó. No se le conocía ocupación —salvo algunas changas en los galpones, ni tampoco se-sabe de dónde vino.

Algunos de los interrogados dicen que era santafesino. Los investigadores se encontraban satisfechos. Sabían que el criminal era de la zona. Tenían la seguridad de dar con el autor o los autores del horrible crimen.

Riña entre linyeras

Las riñas entre los linyeras son permanentes, Todas las semanas alguno de ellos termina en un calabozo. El vino los arma de coraje y las discusiones siempre terminan en descomunales bataholas.

Cuchillos y garrotes son sus armas preferidas. En el noventa por ciento de los casos “la cosa queda silenciada”. Los linyeras tienen su comunidad. Y en esa comunidad de vencidos, la delación es el peor de los crímenes.

La autopsia aseguró que el crimen fue cometido entre las 9 y las 11 horas del día miércoles. Alguien tiene que haber visto o escuchado el incidente. Hubo detenciones. Pero nadie se atrevía a hablar. Todos los sospechosos tenían una coartada para despistar a los pesquisas.

Pero la perseverancia de los policías dio sus frutos. Y uno de los detenidos cantó, Eleuterio Cipriano Calderón, argentino, de 20 años, soltero, un vago que de vez en cuando trabajaba como bolsero en los galpones, no pudo envolver con sus mentiras a sus hábiles interrogadores.

Negó hasta donde pudo... pero al final se declaró culpable del asesinato. El lo había golpeado con un hierro y, junto con otro “compañero”, lo había quemado para hacer imposible su identificación.

Lo queman en un vagón

El relato del asesino hace estremecer a los veteranos policías. Calderón, un voluminoso muchacho —pesa 130 kilos—, mostraba una extraordinaria sangre fría. Sádico... No le importa haber matado. No se arrepiente ni siente vergüenza. “Tengo veinte años...

Dentro de otros veinte, estaré en libertad, Saldré de la cárcel hecho todo un hombre”, dicen que dijo. Calderón vivía en uno de los vagones abandonados. Con otro compinche, a quien conocía por “el chileno”.

No se conoce su declaración, pues el secreto -del sumario impide a la policía dar información. Pero nosotros pudimos averiguar algo... Y lo adelantamos, “El Gordo Calderón” y “el chileno” —identificado como Héctor Oliviera o Liviera estaban durmiendo en uno de los vagones.

La noche anterior habían festejado el cumpleaños de la Patria con vino. Con demasiado vino... La “curda” les duraba y la mañana del 25, cuando despertaron, siguieron los festejos y se desayunaron con vino. Con vino tinto, del fuerte, de ese que hace sentirse guapos a los malandras, Ríos quería tomar mate. Tomar mate con “el gordo” y “el chileno”. Llegó hasta el vagón y golpeó sobre Su pesada puerta. Una vez... varias veces. “El gordo” abrió para ver quién era y sostuvo una violenta discusión con el madrugador.

Eran apenas las 10 de la mañana... Cerró la puerta y se echó nuevamente a dormir. No quería que lo molestasen. Quería dormir, tranquilo, en silencio. Pero Ríos seguía golpeando... Y gritando. Quería pelearlo al gordo...

Se abrió nuevamente la puerta. Y esta vez aparecieron “el gordo” y “el chileno”. Armados el primero con un hierro y el otro con un cuchillo. La discusión duró poco.” Un fierrazo en la cabeza y varias puñaladas terminaron con “el madrugador” gritón, Junto al vagón. Sobre uno de los rieles, quedó tendido el iracundo Edmundo Ariel Ríos. Muerto. Sobre un charco de sangre... Los asesinos no se inmutaron. Subieron el cadáver al vagón y pensaron en la mejor forma para hacerlo desaparecer.

Lo tendieron sobre una chapa de zinc... Y se acostaron en busca de la idea salvadora. “El caso de la mutilada de Santos Lugares” vino a su memoria. Se miraron. Sí... Sin lugar a dudas ese era un buen método para dejar el crimen en el misterio.

Salieron del vagón y juntaron maderas y yuyos secos, Muchas maderas, yuyos y aceite de máquinas, como para hacer una gran fogata... En pocos minutos la pira fue encendida.

El cuerpo de Ríos fue pronto presa de las llamas... Mientras el cadáver era desfigurado por el fuego, los linyeras prepararon un asado.

Cuando alguien se acercaba para informarse de lo que sucedía (el olor de carne quemada y el humo atrajo a algunos vecinos), ellos con la mayor sangre fría le decían que “estaban de fiesta y que el asado era para festejar el cumpleaños del gordo”.

Algunos se quisieron “colar”, pero los asesinos los echaron de malas maneras, diciéndoles que no querían invitar a nadie a la fiesta...

Lo sacaron de noche

Mientras el cuerpo de Ríos se quemaba, ellos comieron un suculento asado de carne vacuna.

Por la tarde como si nada hubiera pasado, durmieron la siesta... Por la noche sacaron el cuerpo carbonizado y luego de arrastrarlo varios metros con un alambre, lo tiraron en un silo subterráneo, que se encuentra abandonado.

Minutos antes, sobre el vagón, “el gordo”, con un filoso cuchillo, seccionó el brazo y la pierna derecha del cadáver.

Esas extremidades si bien habían sido alcanzadas por el fuego, no se habían quemado lo suficiente Mientras “el gordo” Calderón descuartizaba el cadáver, “el chileno” preparó con alambres y dos trozos de hierro, una pesada ancla para que el cadáver se hundiera en el agua y no apareciera flotando en la superficie.

Cuando sacaron el cuerpo, “el gordo” dijo que eso no hacía falta y el “ancla” quedó olvidada a un costado del vagón. Tranquilos, luego de depositar el cadáver en el silo, regresaron al vagón.

“El gordo” tomó la pierna y “el chileno” el brazo. Tenían que terminar la operación. Pero estaban cansados y no era cosa de caminar mucho. Pensaron y llegaron a la conclusión de que lo mejor sería arrojar ambas extremidades en una letrina que se encontraba a unos cien metros- de su improvisada morada.

Buscan al “Chileno”

El viernes a las 17.30 fue detenido Calderón. Tardó en hablar. Pero al final terminó por dar el nombre de su compinche. Héctor Oliviera o Liviera, alias “el chileno”, fue informado de la detención de “el gordo” y se dio a la fuga. Desapareció de todos los lugares que solía frecuentar...

Los policías lo buscan. Al cierre de esta edición se descontaba su detención. No puede andar lejos… No tiene dinero para viajar. El crimen fue aclarado. Edmundo Ariel Ríos ya fue enterrado. “El gordo” Eleuterio Cipriano Calderón ya está entre rejas, seguro, dispuesto a pagar con cárcel “su coraje”... “El chileno caerá de un momento a otro.

Una riña entre linyeras terminó en un horrible crimen. Los asesinos estuvieron a punto de eludir la acción de la justicia. Por suerte, no tendremos otro misterioso caso de “quemado y mutilado”, gracias al esfuerzo y a la astucia de toda la policía de Chacabuco.

(El relato fue extraído textual de la revista Así, en su edición en blanco y negro en formato tabloide, en su edición número 542 del 7 de Junio de 1966)

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