El nexo entre la masacre en Brasil y la operatoria financiera en territorio bonaerense muestra las dos caras del mismo monstruo: la violencia descontrolada como herramienta de dominio y una maquinaria económica internacional capaz de mover fortunas ilegales a través de empresas fantasma, criptomonedas y testaferros.

En Rojas, la causa judicial permitió identificar maniobras de blanqueo mediante compraventa de inmuebles, transferencias en moneda extranjera y uso de plataformas digitales.

Los allanamientos realizados el año pasado terminaron con secuestro de vehículos de lujo, documentación clave y varias detenciones, que desmantelaron parte del circuito financiero criminal.

Entre las derivaciones locales del caso, se supo que una escribanía de la ciudad fue intervenida por la Policía Federal tras detectarse que allí se habrían firmado operaciones sospechosas, constitución de sociedades y movimientos patrimoniales vinculados al entramado.

La profesional a cargo tendría su firma inhibida, por lo que no podría ejercer determinadas funciones institucionales, y habría mantenido vínculos personales con una mujer de Rojas relacionada sentimentalmente con uno de los integrantes del grupo investigado.

Lo ocurrido en Río de Janeiro y su conexión con territorio argentino exponen la expansión sin fronteras del narcotráfico y su capacidad para infiltrarse en los circuitos económicos locales. Una advertencia clara: el crimen organizado ya no es un problema ajeno, sino una amenaza que golpea cada vez más cerca.